Lo cotidiano en Baobab. Entrevista a Eloy

Eloy Baobab

Soy un ser humano más de este planeta, con familia, con dos hijas y con 48 años de experiencias buenas y malas… Así que el resultado soy yo, Eloy. Me considero tranquilo y trabajador. Según el calendario maya, soy el perro blanco, el protector. Soy muy tímido pero con el tiempo, me he ido abriendo. Intento explorar mi parte espiritual. Y de la vida, me gusta todo.

A veces pasa, que en la trastienda, en lo más apartado de un local, en la parte más feíca, se encuentran tesoros. Hay tareas que pueden pasar desapercibidas en Baobab. Nadie comenta “mmmmm… ¡qué bien están hechos los números en este sitio!” o “Vaya, es sorprendente la buena combinación de la sensatez económica y el atrevimiento inversor”.  ¡Qué injusticia! Pero da igual, ahí está Eloy. Uno de los socios del Restaurante desde el 2014 y el encargado de cuadrar las cuentas, es también una persona que ha aprendido a saborear la satisfacción del trabajo bien hecho pese a que pocas veces se lleva aplausos. Es metódico, tímido y no le gusta dejar cosas pendientes. Hasta aquí, bastante tópico, ¿no? Bueno, quizás para juzgar habría que verle cantando a voz en grito en el coche. Desentonando, por supuesto. O tocando el bajo con Enrique Bunbury en su adolescencia jeviata. ¡Hasta melena llevó! O soñando con ser veterinario… O payaso. Asegura que hubiera sido un gran payaso, sobre todo para público infantil. Pero andando la vida se recorren diferentes caminos y Eloy tuvo que empezar a trabajar a los 16, combinarlo con los estudios, abrirse paso en la empresa familiar y no arrepentirse de nada. Ni de los planes incumplidos. Porque al final, la inspiración está en muchos detalles de la vida: desde la luz del día hasta los abrazos con “ayyyyyy”. Esos son los mejores.

Aunque también están esos ratitos de silencio y soledad que busca Eloy para estar consigo mismo. Haciendo yoga, pensando, estando en contacto con la naturaleza…

El calendario maya quizás tenga razón y sea un perro verde. ¡Ay, no! Blanco, blancoooo. Que es el cuidador. Porque Eloy está muy pendiente de los demás. Sería un superhéroe invisible y con escudo protector que sacaría a la gente volando de sus problemas con los malos para llevarles a sitios mejores. Pero a veces se olvida de mirarse al ombligo. Y claro, cuando decide cuidarse… lo hace bien. Vuela. Dicen que es de aire, osea “volao”. Y quizás sí, porque le gustan las alturas y retar a los límites. Hace cosas como tirarse desde un avión y está pensando en irse al Machu Picchu dentro de unos meses. A más de 4.000 metros se ve el mundo de forma distinta. Pero Eloy no necesita irse tan alto para descubrir sitios fantásticos. Es capaz de ver el encanto en cosas que a nadie le gustan, como el paisaje del desierto de los Monegros, que tantas veces ha recorrido en moto.

Pero por muchas aventuras fascinantes que le guste experimentar, siente que lo más maravilloso que ha hecho en la vida es tener una familia y se siente orgulloso de creer en la gente, en el valor humano de las personas pese a todo.

El “guardián de las raíces” de Baobab esconde un payaso. Y se viste de azul marino, que es su color preferido desde pequeño. Aparentemente serio, discreto y desapercibido. Pero, también es el color del fondo del mar. Y como en el mar, buceando en las profundidades se encuentran tesoros.

Será difícil, está en la sombra y no se le ve en primer plano… pero que levante la mano quien quiera disfrutar un rato de una sesión de aventuras en modo clown.

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